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jueves, 2 de octubre de 2014

El diálogo interior. Por Jocelyne Ramniceanu

Cuando pasamos un largo período de tiempo sin hablar con otra persona, nos podemos percatar que tenemos diálogos muy intensos con nosotros mismos. Estos diálogos existen y están presentes continuamente pero no siempre nos damos cuenta de su presencia y magnitud.
Cuando asistí hace ya varios años a un curso de meditación Vipassana, permanecí 10 días en silencio, sin hablar con ninguno de los participantes, era parte de las reglas. Durante esos días mi diálogo interno no paró ni un segundo y parecía que usaba altavoces. Era una lucha aguerrida entre dos oponentes, uno por quedarse y completar el curso según lo acordado y el otro por abandonar el lugar inmediatamente, no aguantando ni un momento más. Reconocí que ambas voces provenían de mí, eran mis creencias
contradictorias buscando una manera de llegar a un acuerdo; que nunca fue como tal, ya que hubo aquella parte de mí que ganó la batalla y fue permanecer en el curso hasta el final, pero la otra parte nunca dio su brazo a torcer, solo cedió al notar que el deseo de permanecer era más fuerte, esa parte de mí aún existe y se manifiesta de distintas maneras creando resistencia.
Podemos diferenciar 3 tipos de diálogos en nosotros mismos, aquel donde lo que nos decimos es positivo y eleva nuestra vibración, aquel que es de naturaleza negativa, donde perpetuamos nuestras creencias de no servir, de no ser buenos para algo, de no ser capaces, de no ser merecedores  etc. y por último el que rara vez oímos a menos que los otros dos hagan silencio, o no estén presentes, y es el diálogo que procede desde un lugar de claridad, desde un lugar aparentemente externo, es el diálogo que viene de nuestro Yo Superior o como los hawaianos lo llaman, nuestro Aumakua.
El dialogo interno negativo es el más común y es tan poderoso que se vuelve como un hábito, pero el diálogo positivo también nos resta la posibilidad de oír, de conectar, de percibir las señales de nuestro guía interior que nunca para de enviarlas pero andamos tan distraídos en nuestras charlas que no escuchamos, no prestamos atención.
No se trata de cambiar nuestro diálogo interno si no de silenciarlo, de reducirle el volumen,  para recibir la información que proviene de ese Yo nuestro, que desde las alturas puede ver la película completa y guiarnos en cuanto al mejor futuro posible, la mejor decisión a tomar.
En la medida que le digamos silenciosamente y sin tregua a nuestro debate interno las palabras Gracias y Te Amo, este ira disminuyendo su volumen para dejar entrar la claridad en nuestra vida y poder recibir las inspiraciones que tanto deseamos.
Se trata de colocar nuestra mente de lado y dar permiso a aquello que es parte de nosotros que conoce las mejores respuestas.
Cuando dejamos de ver las circunstancias como problemas y permitimos observarlas como retos u oportunidades, activamos esa parte nuestra donde la creatividad y las inspiraciones nos dan las mejores respuestas a todas nuestras preguntas.
Te amo
Jocelyne Ramniceanu

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